—¡Pero señora...! ¡Ahí todavía le queda espacio para que yo pueda acomodarme!
—No, no puedo... Lo que llevo aquí es más importante que tú misma y no lo puedo dañar. Así que, por favor, háblame con más respecto y sin tantas barbaridades que yo te estoy tratando de la misma forma.
Porque tengas un tono de voz suavecito de abuelita que hornea galletas y es amable con sus nietos, no te hace más educada que una persona que te grita, ¿sabes? Pero bueno. Así son las mañanas en el Metro de Caracas.
0 comentarios:
Publicar un comentario